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“Analicemos en detalle cada uno de estos
elementos moleculares que le dan forma a la conducta asertiva:
· Mirar a
los ojos. La mirada huidiza es típica de las personas inasertivas. Ellas buscan
desconectarse en vez de conectarse, escapan a cualquier tipo de contacto y
especialmente al contacto ocular; los ojos hablan y esculcan. La mirada siempre
nos desnuda y nos pone frente a frente con lo que somos. Sostener la mirada es
una manera de mostrar valentía y también abrirse a la indagación del prójimo.
El asertivo no escapa a la mirada, la sostiene el tiempo necesario para
establecer un buen acercamiento. ¿Qué sentimos cuando alguien nos esquiva la
mirada? Dos cosas: desconfianza, porque suponemos que tiene algo que esconder,
y rabia, porque al
ignorarnos no nos considera un interlocutor válido.
· El volumen
de voz. La voz poco audible produce incomodidad. Las personas que se sienten
intimidadas por los modelos de autoridad suelen bajan los decibeles abruptamente.
La creencia es que si menguamos el volumen, el impacto del mensaje no alterará
tanto al receptor. Los inasertivos utilizan un volumen de voz demasiado bajo,
lo que dificulta la comunicación, además de dar una mala imagen. ¿Qué impresión
nos llevamos de alguien que habla con un volumen de voz bajo? Sería evaluada
como una persona tímida e insegura.
· Modulación
y entonación de la voz. Hay personas que hablan como una computadora de ultima
generación. Son planos, aburridos, sin inflexiones y supremamente monótonos. La
entonación comunica sentimientos, nos hace humanos, nos hace simpáticos,
empáticos o antipáticos. La amistad va de la mano de la entonación, porque los
amigos se cantan la amistad cuando hablan. Y los que no se quieren, lo hacen
con sarcasmo, cinismo o desinterés, es decir, con entonaciones odiosas.
Conclusión: las relaciones humanas son musicales. Conozco personas a las que
nos se les distingue la pregunta de la afirmación, deslucen en cada
conversación carecen de oído. La entonación siempre implica interés: si nuestro
interlocutor es parco, no nos sentimos queridos. El lenguaje que no se saborea
es una proclama leída en otro idioma, no se entiende ni se degusta. ¿Qué
sentimos cuando alguien no habla con una entonación podre y sin modulación efectiva?
Aburrimiento, desconexión un peso en el cerebro y pereza de responder.
·
Fluidez
verbal. La fluidez verbal requiere espontaneidad y seguridad. Los tiempos muy
largos de respuesta, donde se piensa demasiado, crean angustia en el que está
esperando el mensaje. Hay individuos que se demoran siglos en contestar como si
cada conversación fuera una cuestión de vida o muerte. Sin embargo, la mayoría
de las relaciones interpersonales no son tan trascendentes como para poner a
funcionar todo el sistema cognitivo a su máxima potencia. Si nos dicen: “Hola,
¿cómo estás?”, no tenemos que hacer una revisión exhaustiva sobre nuestra
calidad de vida en los últimos meses o elaborar el trauma de la primera
infancia. Las personas inseguras creen que cada pregunta es un problema que
deben resolver. Los inasertivos utilizan un arsenal de recursos de recursos inadecuados: circunloquios,
muletillas (pues…, este…, bueno…), silencios entre frase y frase, repeticiones
y aclaraciones innecesarias, disculpas reiteradas, insinuaciones en vez de
afirmaciones, en fin rodeos y ambages de todo tipo. ¿Qué sentimos cuando
estamos hablando con alguien que carece de fluidez verbal? Impaciencia, desesperación
y ganas de sacudirlo.
· La
postura. La postura de los sumisos es inconfundibles. El cuerpo suele estar más
inclinado que su interlocutor y la cabeza un poco más agachada de lo normal,
dando la impresión de una reverencia sutil. La postura comunica actitudes, y el
inasertivo, con su sola presencia física, demuestra que lo único que desea es
no molestar ni someterse. Algunos adoptan el saludo militar y luego de una
imperceptible genuflexión agregan un apaciguado: “Sí, señor”. (…) ¿Qué sentimos
cuando una persona se inclina ante nosotros de manera servil? Rechazo y
distanciamiento. Es difícil acercarse afectivamente a alguien que no se respeta
a sí mismo. La sumisión, al igual que la cobardía y otras debilidades, produce
rechazo. (A no ser que el delirio de grandeza nos active el efecto “sube y
baja”: Cuando más se inclina el otro, más levantamos la cabeza.)
· Los
gestos. El gesto es la entonación del cuerpo. Es el que acompaña físicamente al
lenguaje y completa su sentido. El gesto es lenguaje no hablando, silencio que
delata, expresión en estado puro. Se puede gesticular con todo el organismo, pero
es en el rostro donde más se configura lo que somos. No sólo miramos a los
ojos, también observamos las arrugas, las cejas, la boca, las comisuras, la
nariz, las orejas, y todo a la vez. Los gestos de los individuos no asertivos
suelen estar desfasados con respecto al lenguaje hablado. Hay cierta ambigüedad
en el mensaje. Puede asegurar que están alegres, pero se les ve tristes, y
viceversa. De manera similar a lo que ocurre con la entonación, las expresiones
gestuales suelen ser frías, impasibles y serias, como si los músculos de la
cara estuvieran anestesiados. ¿Qué sentimos cuando estamos frente a una persona
con poca expresión gestual? Desconcierto, incertidumbre, desconfianza.(…)”
Riso,
Walter, Cuestión de dignidad. El derecho a decir NO. México, Océano,
2012, pp. 123-126.